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Indisciplina en el aula

INDISCIPLINA EN EL AULA

Levantarse en medio de la explicación del profesor; hablar o gritar; no traer libros o el material necesario; tirar bolitas de papel; pintar en la mesa, cantar o hacer ruidos. Seguro que le suena. En jerga educativa se llama disrupción y es el conflicto más extendido en las aulas. Un taladro para la convivencia. "La causa está relacionada con lo que enseñamos y cómo lo enseñamos", explica Florencio Luengo. Subraya: "Nadie estudió cómo gestionar un grupo humano, a los profesores sólo se les ha enseñado contenidos y didácticas".

La experiencia dice que la medida punitiva es la primera que se aplica: gritos, aviso de parte, parte, sin recreo. "Y está bastante trasnochada como única solución, aunque no se desecha por completo". Propone:

- Pactar una norma entre el profesor y los alumnos. "Se pueden repartir los tiempos. A ellos les gusta ver que la hora entera no es cañera, sino que se alternan momentos de atención plena y silencio con otros más distendidos en los que dialogan entre sí, o hablamos de cuándo van a entregar las conclusiones del trabajo", ejemplifica Luengo. "Así se sienten implicados en la norma, importantes".

- "Lo has hecho muy bien, chaval". Es útil que los alumnos vean que se tienen altas expectativas hacia sus logros y que se recompensan.

Pero, ¿qué ocurre cuando el comportamiento disruptivo viene del profesor? El que grita con frecuencia, el que decide "dejar hacer, pasar de los alumnos" y se limita a exponer contenidos. "Suele ser ignorado por el resto de los colegas o se crean rumores en torno a su clase, 'vaya destrozo de aula' y cosas así, pero no se hace nada concreto. Otra vez es una actitud punitiva, y él se siente perseguido", comenta Luengo. Es mejor:

- El colega que ayuda. "Es la tutoría entre iguales, un profesor más enrollado, un amigo, intercambia experiencias y le anima. No se puede abandonar a los 10 alumnos más difíciles ni a los cinco profesores más necesitados de un centro. Ahí es donde se inscriben, en realidad, el 95% de los problemas de un centro". Es posible que el conflicto persista. Entonces, según el protocolo, se activarían, antes que el castigo, medidas de trabajo social, en las que "la comunidad sale beneficiada de los errores". En el caso del alumno que interrumpe, se propone, por ejemplo, que ayude en la biblioteca o al funcionamiento de la clase apoyando al delegado a contabilizar faltas o a hacer anuncios de asambleas; si ensucia el patio o se pinta un graffiti, dedicarse a tareas de limpieza.

"Es más interesante que tener al individuo expedientado". Con los profesores es más complicado, reconoce Luengo. "En muchos casos hablamos de funcionarios. Hay quien se cierra en banda, pero otros estarían dispuestos a hacer un trabajo especial, como acompañar más guardias de recreo. El control democrático del centro es lo más útil. Si ese profesor sabe que cada mes, por ejemplo, va a haber un claustro donde los otros compañeros, los alumnos y los padres hacen un seguimiento de las normas pactadas, si sabe que va a ser evaluado, mejora".

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